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Martes, 2 diciembre 2025
Argentina
2 de diciembre de 2025
NOTA DE GRAFICA

Cómo fue la evolución patrimonial de los senadores salientes de la Patagonia

Al cumplir los mandatos de 6 años en la Cámara Alta, La Tecla Patagonia repasa cómo cambiaron las declaraciones de los legisladores de Neuquén y Río Negro que dejarán sus bancas

Cómo fue la evolución patrimonial de los senadores salientes de la Patagonia
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Seis senadores nacionales por Neuquén y Río Negro concluyen su mandato el 10 de diciembre: Oscar Parrilli, Silvia Sapag y Lucila Crexell por la primera provincia; Silvina García Larraburu, Martín Doñate y Mónica Silva por la segunda. Durante sus años en el Congreso, estos legisladores no solo ejercieron influencia política, sino que también cumplieron con una obligación que va más allá del voto en el recinto: la transparencia patrimonial. Al asumir sus cargos, y año tras año, presentaron declaraciones juradas integrales que detallan con precisión sus bienes, ingresos, deudas y activos. 

Estas planillas, disponibles públicamente en el sitio web de la Oficina Anticorrupción (OA), permiten rastrear la evolución de su patrimonio desde 2020 hasta 2025, revelando no solo sus estrategias personales de preservación de valor, sino también patrones comunes que emergen de un análisis comparativo de sus 32 declaraciones anuales. Esta obligación de rendir cuentas patrimonial no es un mero formalismo burocrático, sino un pilar de la confianza pública en Argentina. 

Para estos senadores patagónicos, el ejercicio implicó 32 presentaciones (cinco de ellos con seis anuales cada uno, mientras Silva, que asumió en diciembre de 2023 para completar el mandato de Weretilneck, solo rindió dos), todas accesibles en formatos abiertos desde 2012 vía el Portal de Datos Abiertos de la OA. Al desgranar estas declaraciones, surgen aspectos comunes que pintan un retrato colectivo de cómo seis figuras políticas de una región privilegiada navegaron la realidad económica argentina de los últimos años. El contexto macro no es el eje de esta nota —que se centra en las planillas mismas—, pero sirve de telón de fondo para interpretar los movimientos: una inflación acumulada superior al 3.200 % entre 2019 y 2025, con picos de 211 % anual en 2023 y brechas cambiarias que superaron el 220 %; una recesión pandémica del −9,9 % del PIB en 2020; y un salario real que cayó cerca del 25 %, todo mientras el PBI per cápita retrocedía a niveles de 2004. 

En la Patagonia, Vaca Muerta triplicó la producción petrolera (hasta 587.000 barriles diarios en 2025) y duplicó la de gas, impulsando un PBI per cápita en Neuquén 50 % por encima del nacional (cercano a US$30.000), y un rebote turístico en Río Negro. Aun así, las declaraciones muestran estrategias compartidas de supervivencia financiera. Un patrón dominante es la volatilidad en la dolarización, que refleja la desconfianza crónica hacia el peso. Al inicio (2020-2022), la mayoría acumuló dólares como refugio. Sin embargo, en 2024-2025, los depósitos bancarios en dólares se estabilizaron o cayeron —por cepos reforzados y temor a fiscalizaciones—, mientras los billetes en efectivo crecieron en varios casos como último baluarte. Paralelamente, los depósitos en pesos explotaron nominalmente.

Estos saltos, impulsados por plazos fijos, apenas corrían detrás de la inflación, ilustrando la carrera por preservar valor en un sistema donde el ahorro local es un mal menor.
Otro hilo conductor es la "desaparición silenciosa" de activos, un síntoma de reestructuraciones forzadas. Crexell vendió o valúo en cero dos departamentos en Miami; Parrilli eliminó ocho inmuebles pequeños entre 2022 y 2023 (todos a cero o bajo valor); Doñate fraccionó una casa de 10.000 m² en seis lotes rurales en 2025; Sapag dio de baja un Volkswagen Gol 2009 y un departamento heredado. 

Estos movimientos, en un mercado inmobiliario paralizado por la falta de crédito, sugieren ventas discretas, donaciones o ajustes para minimizar Bienes Personales, comunes en contextos de cargas tributarias crecientes (el impuesto saltó de 0,5 % a 1,75 % en inmuebles altos). La revaluación fiscal nominal une todas las declaraciones: un departamento de García Larraburu en CABA pasó de $1,16 millones a $388 millones; una casa de Sapag en Neuquén, de $1,28 millones a $27 millones; el Golf de Doñate, de $600.000 a $5 millones.

Dichos incrementos, basados en coeficientes catastrales o tablas ARCA, no equivalen a ganancias reales, sino a la ilusión contable de un país donde la inflación devora todo. La exposición a Vaca Muerta es otro denominador común, aunque selectivo: Crexell invirtió en un fondo energético que creció a $300 millones; Sapag mantuvo lotes en Añelo para alquiler; Doñate fraccionó terrenos rurales en Luis Beltrán. En Neuquén donde el shale generó superávit fiscal, estos activos ofrecieron un colchón que el resto del país envidió.

Finalmente, la austeridad de Silva —solo una casa al 50 % en Choele Choel y ahorros modestos en pesos— resalta el espectro: desde perfiles diversificados hasta el minimalismo, todos adaptándose a la misma ecuación. Este repaso de declaraciones no narran una crisis, sino cómo seis senadores la atravesaron. Muestran estrategias compartidas —dolarizar y replegarse, revaluar en pesos, fraccionar bienes, apostar al shale— en un marco donde ni salarios altos ni información privilegiada bastaron para escapar ilesos. Lo que se ve es una ventana a la resiliencia (o vulnerabilidad) patrimonial en tiempos turbulentos.

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